lunes, 26 de diciembre de 2016

Santiago, la Ciudad Santa

La ciudad de Santiago es una ciudad santa, una de las tres de la cristiandad (detrás de Jerusalén y Roma) y a sus puertas llegan centenares de peregrinos al año, desde todos los rincones de la cristiandad, a pie o a caballo. Sin embargo, en buena medida, la ciudad de Santiago se siente como si se hubiera tranquilizado y pausado, como si con cuidado dejase ver pasar la vida de sus 100 mil almas por delante, sin prisas ni ajetreos.

El distrito del centro de la ciudad se organiza alrededor de la poderosa Catedral y la plaza del Obradoiro en la cual se centra la vida de la ciudad. El Hostal, que se encuentra en el lateral, es el edificio fortificado encargado de proteger la ciudad, pero su función principal es servir de lugar de alojamiento a muchos de los centenares de peregrinos que llegan a la ciudad y que, a menudo, no caben en la catedral. Los gremios de orfebres, especialmente los trabajadores de la plata, se distribuyen por el distrito así como numerosos hospicios y tabernas.

El otro distrito de la ciudad es el que da a la Puerta de Santiago, aunque a menudo se la llama la puerta de las conchas o de los pies ensangrentados en referencia a los peregrinos que la cruzan. Tabernas, algunos gremios, campesinos que venden sus productos en el mercado así como prostitutas y espadas de alquiler consideran este distrito como su hogar. La casa capitular de la Orden de Santiago se encuentra en este distrito, de modo que siempre es fácil ver a alguno de los caballeros descansando en el exterior o paseando por el barrio. 

Santiago es una ciudad llena de iglesias, con numerosos templos dedicados a los distintos santos o a la virgen así como también varios monasterios de las distintas órdenes religiosas. De modo que cruzarse con monje y monjas, clérigos y monaguillos resulta enormemente frecuente entre las tranquilas calles de la ciudad, casi en igualdad cantidad que los peregrinos. No es una ciudad donde la nobleza se encuentre en gran número, si se compara con otras, en buena medida  por ser una ciudad administrada por la Iglesia y no por ningún Señor nobiliario.

La ciudad se encuentra prácticamente entera construida en piedra, desde las murallas a las casas. Son edificios bajos y recios, oscuros, con tejados de madera y ventanas estrechas. Antiguos escudos adornan algunas de las casas pues este territorio jamás pasó por manos musulmanas. Los aleros y balcones de las casas protegen a los transeuntes de las lluvias frecuentes, aunque poco se puede hacer con el viento que barre a menudo la ciudad. 

Las calles de Santiago son estrechas pero suelen ser tranquilas. No es una ciudad bulliciosa ni siquiera en sus días de mercado, y aunque la población de la ciudad es numerosa raras son las prisas o los problemas en el tránsito. Dado que llueve a menudo, es una suerte que hace unas décadas se empedrasen todas las calles de la ciudad, permitiendo que la gente transite sin problemas por las mismas.

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