viernes, 20 de julio de 2012

Castillos: Medinaceli

Los castillos Medinaceli son, en su mayoría, o bien relativamente recientes, o modificaciones de los castillos musulmanes que había en ellos. Además, al haber sido todos ellos (re)construidos con la Reconquista ya muy avanzada y sin un enemigo real ya que pudiera ofrecer resistencia, la mayoría son más ornamentales y elegantes que realmente eficaces de cara a asedios o guerras. Son aptos para impresionar y para política, más que resistentes ante los impactos de las catapultas e inexpugnables para las tropas enemigas.

La mayoría de ellos se encuentran en las llanuras de la Meseta central, de modo que suelen ser bien visibles desde la mayor parte de sus feudos. A menudo, carreteras romanas restauradas por los musulmanes conectan los castillos con las villas y con las tierras vecinas, favoreciendo el viaje. Normalmente están construidos con una piedra clara, la más abundante en la zona, que no es demasiado resistente. A su alrededor, suelen ser frecuentes los fosos, aunque normalmente los puentes que los cruzan son permanentes y bastante anchos, para favorecer la entrada y salida de mercaderes, mensajeros, y bardos.

Las murallas en si suelen ser cuadradas, a imitación de los castillos Jovellanos, excepto aquellos que son reparaciones de los musulmanes previos, que se adaptan a los cánones de estilo de sus antiguos dueños. Estas murallas se suelen encontrar guarnecidas por torres en sus esquinas, aunque muchas de estas son más decorativas y para mantener vigiladas las tierras, que verdaderos fortines de defensa. El interior suele dar a un patio amplio donde entrenar a los ejércitos, pero donde también a menudo se encuentra un pequeño mercado o plaza de abastos, que se beneficia de la presencia intra-muros de una capilla, una armería, los barracones, armeros y armadureros en algunos casos, y demás estructuras necesarias en caso de asedio. Sin embargo, la mayor parte de estos edificios son claramente más pequeños que sus contrapartidas en las villas y ciudades, ya que nadie espera que se asedie un castillo Medinaceli. La parte trasera suele contar con jardines y zonas de solaz, algo poco frecuente en los castillos de Hyspania, donde a menudo se instalan los nobles para charlar y discutir de política, cetrería, o cualquier otro menester.

El edificio principal generalmente se organiza en torno a la alta torre del homenaje, que rodean con numerosos salones, habitaciones de todo tipo, y demás elementos necesarios para la vida en la corte. Muchas puertas y zonas aún muestran los arcos típicamente musulmanes, fruto de la herencia de donde provienen. A menudo, los nobles foráneos se sorprenden de que las ventanas de estos castillos son sorprendentemente grandes si se comparan con las aspilleras comunes en los demás, señalando lo poco eficaces que serían en caso de ataque, pero sorprendidos por la gran cantidad de luz que dejan pasar. Estos salones suelen ser transitados por gran cantidad de sirvientes, que mantienen todo en orden. La excepción es la torre del homenaje en si, donde raramente entran los sirvientes que no sean los más allegados a la familia noble que vive en ella.

El castillo más conocido de los Medinaceli es el Alcázar de Toledo, sede de la Corte Real y residencia tanto del Rey Alfonso XI como del Duque Jorge de Medinaceli. En extensión, es probablemente uno de los castillos más grandes de Hyspania, y se encuentra situado justo al lado de la capital del Reino. Las murallas son altas y elegantes, de un tono pálido muy notorio, y se encuentran jalonadas cada pocos metros por banderolas con el escudo de la Casa de Medinaceli.

El patio frontal es de una enorme belleza, contando con una enorme fuente que llena todo con su frescor. A diferencia de otros castillos, cuenta con pocos edificios dentro, ya que la cercanía con la ciudad lo hace innecesario, dejando espacio para los campos de entrenamiento de los soldados, así como para simplemente demostrar que se lo pueden permitir. El patio trasero cuenta con el mayor jardín de toda Hyspania, cuidado continuamente, y en el cual sería fácil perderse de no ser porque siempre hay gente paseando por el mismo; en su extremo extremo más distante, además, se instala el pabellón donde la Dama Blanca celebra su Corte del Amor en los días que hace buen tiempo.

El interior del castillo es, a menudo, considerado como excesivamente ostentoso. Los salones se suceden uno tras otro, con ricas decoraciones y objetos en oro y plata por todas partes. Numerosos nobles, sobretodo Medinaceli pero también embajadores de otras Casas y Reinos, se encuentran en los mismos, abusando de la hospitalidad de sus huéspedes mientras llevan a cabo sus maniobras políticas. Aquí, entre el oro y el vino, la información y la palabra son a menudo tan importantes como la espada y los ejércitos.

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